ITALIA.

ITALIA, la del hermoso sol, la tierra del cielo azul y de calor benigno, posee un pueblo pintoresco. Son allí pobres pero felices, indolentes, festivos, impulsivos, impetuosos, afectuosos, vehementes, excitables, lánguidos y generosos.
    Numerosas funciones públicas y pantomimas son celebradas durante todo el año por los italianos, y en el remolino de estas inocentes distracciones se entregan cuerpo y alina los hijos de Italia. La más grande de estas fiestas es la semana del Carnaval. Durante seis dias el pueblo se viste de máscara y se divierte libre de reglas y restricciones. Hay carreras, juegos de toda especie, mojigangas y chanzas más o menos pesadas. Todos los sitios convenientes se adornan con flores y todos los medios imaginables se emplean para aumentar la alegría. Los negocios están suspendidos, y en los tres dias últimos ningún vehículo es permitido en las calles. La góndola se desliza por las lagunas y canales de Venecia. Los gondoleros que les dan impulso son los mejores boteros que hay, y sus botes atraviesan las aguas como si estuvieran dotados de vida propia.
    La música es para los italianos como su propio aliento ; aun los niños producen con el violín el harpa y la flauta melodías que conmueven al menos sentimental, y sus voces, cuando cantan, son dulces y patéticas.
    A los juegos de azar tienen los italianos una propensión general. Donde quiera que vayais, en cada plaza y calle de cada ciudad o aldea, vereis los aficionados al juego echando los dados o jugando a las cartas.