TURQUÍA.

EL turco ha sido representado a nuestras imaginaciones occidentales bajo muchas formas contradictorias, pero en ninguna de ellas se le retrata en acción, como no sea la de guerra. Entonces aparece fiero e implacable. El turco toma el placer con seriedad. Es sobrio y sosegado en sus diversiones y prefiere ser espectador. Es de caracter grave y taciturno, devoto hasta la exageración, bravo pero a veces pusilánime, sencillo y sin embargo amante del lujo, y extremadamente indolente.
    Acostumbran los turcos, cuando invitan a comer y desean hacer honor especial a sus huéspedes, a emplear contadores de cuentos profesionales, cantantes y bailarinas como final de fiesta. Estas ultimas, ataviadas con sus trajes primorosos y ligeros, presentan un cuadro que arrebata el ánimo, y los tonos suaves del land que acompañan los sinuosos movimientos de esta flexibles muchachas contribuyen al arrobamiento de los sentidos.
    El juego de damas es un pasatiempo extremadamente popular. Con no poca frecuencia se ve en las calles a dos jeques venerables y barbudos inclinados en profunda abstracción sobre el tablero que monopoliza su atención.
    El instrumento músico favorito de Turquía es el laud. Su sonido es sumamente dulce, su forma está llena de gracia, sus tonos son encantadores y seductores. Tiene la hechura de una pera cortada a lo largo, y en las manos de una belleza oriental hechiza de modo irresistible.