ANTIGUA JUDEA.

LA antigua Judea trae a la mente más recuerdos sombríos y serios que brillantes y festivos. El orgullo y la elegancia eran las características de esta nación tan superior a las tribus bárbaras de nómadas que por todas partes circundaban sus fronteras. Los judíos eran un pueblo noble, como evidencian su arquitectura y su devoción por las artes, su espíritu guerrero cuando eran provocados, y sus pasos de gigante hacia una noble civilización promovida por sus empresas mercantiles y su amor el comercio.
    A semejanza de todos los pueblos orientales, gustaban del baile y de la música y practicaban aquel y esta en armonía con sus ritos religiosos en el templo. La joventud de ambos sexos se ejercitaba además en el canto, y con no poca frecuencia podia verse a las doncellas, mientras acompañaban las melodiosas canciones y los salmos que involuntariamente salían de sus labios, con las notas retumbantes de los címbalos, realzar el hermoso efecto con el rítmico balanceo de sus cuerpos y los ligeros movimientos de sus pies.
    Todos los sencillos juegos de nuestros hijos en que los juguetes no llevan parte eran, sin duda, conocidos por los hijos de los hebreos, y los trompos que los muchachos de hoy día hacen girar con tan gran delicia tienen su origen, según parece, en este pueblo.
    Los judíos transformaban las azoteas de sus casas en jardines muy bonitos llenos de vistosas plantas. Divanes, sofaes, alfombras, flores, toldos y aun fuentes convertían aquellas azoteas en país de hadas, y allí las largas horas del verano transcurrían en un delicioso dolce far niente.