TIBET.

EL TIBET, la tierra fronteriza de la China, está habitado por una raza pintoresca. Es grande en superficie, y contiene en sus varias provincias gentes de carácteres muy diferentes. Al Tibet y sus dependencias debemos, a lo menos, dos juegos que se han extendido por todo el mundo.
    Del Tibet viene el juego llamado Polo. No hay pueblo en que no se juegue, y todos tienen su campo de polo. Se juega con grande animación y buen humor, si bien la destreza y rapidez allí alcanzadas no igualan a las que se exhiben en Inglaterra, en la India y en América.
    Cuatro grandes festividades se celebran por los tártaros y los tibetanos durante el año. La más famosa es la fiesta de las flores. Es celebrada con gran magnificencia y se emplean tres meses en los preparativos para cuya dirección nombran un consejo de bellas artes. La parte más notable del espectáculo se prepara con manteca fresca. Dícese que esta labor de manteca de vaca y el arreglo de las flores excede en hermosura a todo cuanto se haya visto de naturaleza semejante en cualquier parte del mundo.
    El Gallo y el Volante, que ahora se juega universalmente por el mundo entero y se ha popularizado por más de dos siglos, es de origen tibetano. Hasta el presente, en esta nación se encuentran los más diestros jugadores. Adquieren a veces tal destreza que pegan al volante con las plantas de los pies.
    El baile, que está muy generalizado, es crudo y su acompañamiento es el tam-tam, especie de tambor.